miércoles, 21 de mayo de 2014

Un aguacero… de pesimismo

     En aquella reunión, como en tantas otras, fue avanzando una nube negra de desaliento que pronto desató un aguacero  de pesimismo:

       Falta compromiso, decía uno. Mas catecismo es lo que se necesita, sentenciaba una abuela. La juventud está perdida, afirmaba rotunda mi vecina de asiento. La Iglesia se queda vacía, tronaba un señor mayor.

     ¡Tres cuartos de hora, oye! Tres cuartos de hora llevábamos de aguacero de lamentos, de acusaciones, de autoinculpaciones, de desesperanzas, de pesimismo negro… y por ahí. 

     De pronto pidió la palabra la palabra una señora. Tenía una vocecilla suave (a mí me pareció un susurro del Espíritu)

 - Pues, yo no veo la cosa tan negra, nos dijo.

 - Mujer, el Espíritu Santo no está de vacaciones, reconvino uno, de no sé que grupo.

 - A eso iba, dijo la  señora. Porque… ¿quién anima a Lalo, el albañil, que harto de andamio viene a “dar” catequesis a la Parroquia…? ¿Y a los del grupo de Acogida que se desviven por los gitanos y marginados del pueblo…? ¿Y a las chicas del grupo de Misiones, que están hasta las tantas con los chicos más difíciles del barrio? ¿Y al grupo de mujeres, que están solas, pero nunca dejan solos a los enfermos de la Parroquia…? ¿Quién alienta a Juanjo, que trabaja en el Sindicato, en la Asociación de vecinos, en el grupo de oración, y que anda roto de pelear por la justicia, y de apoyar a los parados con toda el alma y… con la cartera...? ¿De dónde saca fuerzas Sinda, para atender a tres grupos, y que es guitarra para el que canta, pañuelo de todo el que llora,  manta para los que tiritan de frío al relente de la soledad, abogada de los pobres, voz de los que no pintan nada, cobijo de todos los desgraciados,  y que siempre anda cansada porque en hacer el bien no descansa…? ¿Dónde está el secreto de mucha gente más, que está poniendo la fe, la esperanza y el amor en el candelero del mundo, para que alumbre a todos?

     Una voz susurró a mi lado: “¡no dejan de ser cuatro gatos!”. Pero a mí, que estaba empapado por el aguacero de pesimismo, me pareció un rayo de sol en medio de la tormenta. Me dio de lleno en los ojos del alma, oye; sentí como una paz inquieta, y, comencé a pensar: ¡es el Espíritu Santo!
S. Martínez Rubio


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