viernes, 2 de mayo de 2014

DOMINGO TERCERO DE PASCUA
Palabra de Dios:
(Lc 24,13-35)
REFLEXION
S. Martinez Rubio

Este domingo, tercero de Pascua, leemos el relato de la aparición de Jesús a los discípulos de Emaús.

Dos desengañados en el camino del desencanto.

El Domingo de Resurrección, las mujeres van al sepulcro, vienen diciendo que está vacío, que han tenido una aparición de ángeles que les dicen que ha resucitado el Señor, pero a Él no lo vieron. No acaban de creerlas y estos dos escapan se marchan de Jerusalen. Lo de Jesús aparece ante sus ojos como un desengaño. Ahora regresan a su aldea. Para volver hacia el Cristo y su mensaje necesitan más razones que las de las mujeres.

Experiencia de Emaús

Estos dos, que huyen desesperanzados, son signo de todos los han ido caminando con Jesús, pero después se han decepcionado. No pueden entender la cruz, no saben situar su muerte en el esquema salvador del reino: ¡pensaban que sería el liberador de Israel! La cruz ha matado sus esperanzas y escapan; Abandonan la comunidad, donde siguen reunidos el resto de discípulos.

Nosotros recorremos ese camino muchas veces: ¡cuántos fracasos, cuántos planes que se han ido abajo, cuántas ilusiones perdidas!... desalientos  y sinsentidos que a veces nos atenazan. Hemos de reconocer la verdad de nuestra vida, no engañarnos. Es fundamental para todo encuentro con el Señor. Quien no sufra el choque fuerte del fracaso de Jesús, quien no sienta la tentación de escaparse, no podrá entender el evangelio. Ese momento de decepción, ese intento de evadirse, de recuperar la tranquilidad, de esquivar la cruz, constituye un elemento integrante del camino a la resurrección cristiana.

El encuentro con el Señor en el camino de la huida.

 Aquellos dos, en ese camino de huida,  se encuentran con Jesús, que les sale al paso, se hace el encontradizo, les acompaña y comparte con ellos camino y decepción,  palabra y comida, al tiempo que les va explicando el verdadero sentido de lo sucedido.


Jesús les invita a decir, a recordar otra vez,  aquello que ha sido su deseo, aquello que ahora es su decepción. Los fugitivos no entendían el sentido de la muerte de Jesús. Esperaban que acabara como Mesías triunfador, para imponerse con la fuerza de su gloria; pero han visto cómo ha muerto: fracasado, crucificado… Abandonan y Jesús les sale al paso en ese camino de abandono. ¡Siempre nos sale al paso!

Les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura

Jesús,  les  ofrece una interpretación profunda de las Escrituras. ¿No sabéis que el Cristo debía padecer?  Aprender a sufrir por amor, ese es el secreto; dar la vida por los demás, ese es el misterio. La posibilidad de convertir el sufrimiento en camino salvador. Ellos sólo veían el sufrimiento como fracaso, pero el sufrimiento, cuando es por amor, no es fracaso, sino semilla de resurrección. .Jesús no es Mesías de Dios a pesar de que ha sufrido, sino precisamente porque ha sabido sufrir por amor,  amando a los demás hasta la muerte. No resucita Jesús a pesar de haber muerto, sino precisamente porque ha muerto dando su vida por los otros. La resurrección no es el premio a la muerte por amor, sino su fruto, como la espiga no es el premio al grano que se pudrió, sino su fruto. Sólo si comprendemos la Cruz como gesto salvador, como signo más alto de amor, podemos entender la pascua de Jesús, el Cristo. Esto para muchos es escándalo, para otros locura, para nosotros es el portento de la sabiduría de Dios. (1 Cor 22).

Le  reconocieron al partir el pan.

Pero, el momento decisivo donde se reconoce al Señor es al Partir el Pan, en la  Eucaristía. Les ardía el corazón mientras les explicaba las Escrituras, pero le reconocen cuando Jesús Tomo el pan pronunció la bendición y se lo repartió…. Entonces lo descubren. No ha sido suficiente el encontrarlo en el caminante que acompaña, ni interpretación de las Escrituras. Ahí arde el corazón y presentimos  su presencia, pero para reconocer a Jesús resucitado hay que acercarse a la mesa compartida, al pan que se parte, a la comunidad donde los hermanos celebran con gozo la Eucaristía y extienden hacia el mundo la experiencia del pan que se toma en común.

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