lunes, 12 de mayo de 2014

VIVIR NO ES DURAR   PORQUE RESPIRAS
 ¡VIVIR ES OTRA COSA!

Comenzamos la reunión con unos minutos de retraso.  En los previos intercambio de saludos y las  habituales preguntas: ¿Cómo estás?, ¿Cómo os va?, ¿Qué tal vives?, Hola ¿qué tal?... Las respuestas en este tono: “ Pues ya ves…", " Ahí vamos", “Pichssss... no me puedo quejar", "No estamos mal", " Ya te digo... tirando". Y en este plan.  

      El que coordinaba la reunión, después de rezar, nos preguntó a bocajarro: ¿Creemos nosotros en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida? Y aclaró: es que, cuando nos hemos preguntado por nuestras vidas, al saludarnos, parece que, más que vivir, vamos tirando, durando, pero…, vivir es otra cosa. La que  da el Espíritu, “Señor y dador de vida”, es otra vida, otro estilo, otro talante. ¿Cómo está nuestra vida? ¿Vivimos o estamos anestesiados?

      Las preguntas nos sonaron como una aldaba maciza en la puerta de nuestra rutina. Se hizo un silencio quieto, cauto, reflexivo. Nos costó trabajo, oye, pero, poco a poco, cada cual fue  bajando a sus  adentros. Alzamos también la mirada a nuestros entornos sociales, y comenzó el laboreo crítico y autocrítico. Y resultó que, el que más y el que menos, andábamos jaspeados de tristeza, colgados del desamparo, agazapados en la amargura, menesterosos de esperanza, exilados en la soledad, huyendo del compromiso, en las bodegas de la decepción,  y por ahí. Ya te digo, tirando. Dimitiendo de vivir. Anestesiados. Total, un sin-vivir  

      Alguien alegó la dureza de la vida, lo difícil de la situación, lo del horno, que no estaba para bollos. El cura aclaró que el Espíritu no era un varita mágica que eliminara los problemas, sino que nos daba  sus dones para afrontarlos. Nos hizo pensar. 

      Terminamos  leyendo aquello del evangelio de san Juan:“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” (Jn 10:10) y oramos al Espíritu Santo; me sonó distinto aquello de: “Ven Espíritu Divino…, Dios espléndido…, Luz profunda…, No hay consuelo como el tuyo…, suave tregua en la fatiga…, paz del llanto…, mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro…, llueve tú nuestra sequía…, ven y sánanos”. Desde ese día entiendo mejor lo de: “creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida”.

                S. Martinez Rubio

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