Un aguacero… de
pesimismo
En
aquella reunión, como en tantas otras, fue avanzando una nube negra de
desaliento que pronto desató un aguacero de pesimismo:
Falta
compromiso, decía uno. Mas catecismo es lo que se necesita, sentenciaba una
abuela. La juventud está perdida, afirmaba rotunda mi vecina de asiento. La Iglesia se queda vacía,
tronaba un señor mayor.
¡Tres cuartos de hora, oye! Tres cuartos de
hora llevábamos de aguacero de lamentos, de acusaciones, de autoinculpaciones,
de desesperanzas, de pesimismo negro… y por ahí.
De pronto pidió la
palabra la palabra una señora. Tenía una vocecilla suave (a mí me pareció un
susurro del Espíritu)
-
Pues, yo no veo la cosa tan negra, nos dijo.
- Mujer, el Espíritu Santo no está de
vacaciones, reconvino uno, de no sé que grupo.
- A eso iba, dijo la señora.
Porque… ¿quién anima a Lalo, el albañil, que harto de andamio viene a “dar”
catequesis a la Parroquia …?
¿Y a los del grupo de Acogida que se desviven por los gitanos y marginados del pueblo…?
¿Y a las chicas del grupo de Misiones, que están hasta las tantas con los
chicos más difíciles del barrio? ¿Y al grupo de mujeres, que están solas, pero
nunca dejan solos a los enfermos de la Parroquia …? ¿Quién alienta a Juanjo, que trabaja
en el Sindicato, en la
Asociación de vecinos, en el grupo de oración, y que anda
roto de pelear por la justicia, y de apoyar a los parados con toda el alma y…
con la cartera...? ¿De dónde saca fuerzas Sinda, para atender a tres grupos, y
que es guitarra para el que canta, pañuelo de todo el que llora, manta para los que tiritan de frío al relente
de la soledad, abogada de los pobres, voz de los que no pintan nada, cobijo de
todos los desgraciados, y que siempre
anda cansada porque en hacer el bien no descansa…? ¿Dónde está el secreto de
mucha gente más, que está poniendo la fe, la esperanza y el amor en el
candelero del mundo, para que alumbre a todos?
Una voz susurró a mi lado: “¡no dejan de ser
cuatro gatos!”. Pero a mí, que estaba empapado por el aguacero de
pesimismo, me pareció un rayo de sol en medio de la tormenta. Me dio de lleno
en los ojos del alma, oye; sentí como una paz inquieta, y, comencé a pensar: ¡es el Espíritu Santo!
S. Martínez Rubio
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